viernes, 2 de noviembre de 2012

Don Paco

Lo recuerdo caminando con las manos atrás, meditando, en actitud de reflexión permanente. Siempre cordial y amable, no era un hombre de risa fácil sino de sonrisa sagaz que expresaba un humor fino y elegante. A todos les hablaba "de usted", salvo que alguien previamente lo tuteara. No entendía la moda actual de saludar de beso a las damas, él prefería, a la usanza tradicional, simplemente estirar el brazo e inclinar la frente. Así era don Francisco Calderón Quintero, fallecido el pasado 1 de noviembre a los 83 años.

Don Paco era un aristócrata de pro. Primo de José Vasconcelos y amigo de Daniel Cosío Villegas -ambos fueron testigos de su boda-- , en su muy temprana juventud militó en el sinarquismo y en los grupos que se resistían a la política revolucionaria de exterminación de la libertad religiosa. Contaba con emoción cómo su padre, "un hombre honorable", tenía que esconderse para practicar su fe. Años después, se convirtió en un economista destacado que estudió como pocos la historia de México y que fue maestro de decenas de generaciones.

Fue director general del Consejo Coordinador Empresarial en una época convulsa para el país, cuando las crisis económicas comenzaron a hacerse costumbre y cuando la dialéctica gubernamental imitó los peores discursos bananeros de lucha de clases. Don Paco se convirtió en uno de los más influyentes ideólogos del sector privado, en ese momento extraordinario en que muchos empresarios dejaron de lado sus reducidos intereses personales y decidieron participar en la política del bien común y convertirse en protagonistas de la transición mexicana.

Los últimos 15 años de su vida fue director de estudios económicos de la Fundación Rafael Preciado Hernández. Desde ahí colaboró en las plataformas panistas, en cursos, en documentos y en todo tipo de actividades para generar ideas que permitieran alcanzar "una economía ordenada y generosa", como él mismo decía haciendo una analogía con el lema de Acción Nacional, partido en el que militó con orgullo y del que estuvo a punto de ser legislador en 2000, cuando una injusta resolución del Tribunal Electoral se lo impidió.

Humanista erudito, Don Francisco Calderón Quintero era un caballero "de los de antes". Encarnaba unas cualidades que hoy ya no son la moda: el valor de la palabra, la importancia del buen nombre, el sentido del honor, el respeto a la formalidad, el cultivo de la sobriedad, la posesión de una cultura universal. Su muerte nos deja en claro, también, cuánto echamos en falta hoy en día esos valores y esas virtudes. Lo vamos a extrañar.